Una pareja de golondrinas se han puesto a construir su nido bajo uno de los voladizos del instituto. Su alegría y su algarabía es contagiosa. Al menos en mi ánimo. Los observo desde la mesa del aula, en frente mía los estudiantes están enfrascados en un examen. Por una vez están callados los jodíos con las cabezas echando humo, y las manos engarfiadas por la falta de costumbre de escribir. Claro, les interesa, es el último examen del trimestre, tienen que esforzarse. Y mientras tanto yo disfrutando de la escena ornitológica. Me pregunto si debería detener la prueba, decirles que dejen de redactar las burradas que estén plasmando y que miren por la cristalera. “Fijaros, eso es importante, eso es vida, eso es naturaleza que se pierde. No sabéis la oportunidad que tenéis delante, contemplar con vuestros ojos a uno de los mejores arquitectos de la naturaleza”. Pero de momento me detengo, con la duda de que vayan a comprender, de que sean capaces de aprovechar. Alguno lo hará, supongo. O por lo menos mencionárselo al maestro de biología a ver si a él (o a ella) le trae mas cuenta. Finalmente decido que sí, que lo haré. Pero al final de la clase, porque de momento a disfrutar del silencio reparador.
Felicidad
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