Un otoño sin nubes sería como una descafeinada primavera. La noche que paulatinamente vence al día, pero que acerca los atardeceres al ojo cuando la mente todavía sigue activa. A las seis o a las siete de la tarde, a la salida del trabajo, de la universidad, de la academia, cuando damos el paseo vespertino, el cielo nos golpea a una hora en la que aún no estamos somnolientos con un espectro de rojos, anaranjados y violáceos tono fuego. Las nubes intermitentes actúan de roca en la lava, condensadores de fulgor, piedras plateadas, las que otorgan diversidad y la condición de irrepetible. Noviembre como la temporada de las imagenes extasiantes. Un otoño sin nubes sería como una vulgar primavera camino del estío.
Anuncios